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viernes, 11 de abril de 2014

SIEMPRE PASA LA LLUVIA

SIEMPRE PASA LA LLUVIA





Han pasado veinte años y yo jamás volví a ser el mismo.

Un día lluvioso siempre es sorprendente, anómalo y bello. El cielo lo tiñe todo de un gris nostálgico capaz de atravesarme el alma con sentimientos, deseos y recuerdos escondidos.

El agua cae entrecortada y en forma de miles de lágrimas me transmite la tristeza inevitable.

Aquél día llovía. Llegué del colegio empapado, esperando encontrar a mi madre en la cocina. Me estaría preparando una enorme rebanada de pan con mantequilla y azúcar. El vaso de leche humeante, ya estaría sobre la mesa y ella cantaría aquellos fantásticos boleros mientras recogía las migajas de la encimera y fregaba los utensilios que había utilizado para preparar mi merienda.

Su sonrisa y sus besos llenarían aquella tarde dulce de Cola Cao caliente, de deberes junto a la estufa. A veces yo miraría cómo ella distraídamente planchaba o cosía o leía una revista.

Quizá mi padre llegaría de viaje, por sorpresa, como siempre y la invitaría a salir a pasear bajo la lluvia.

Hubieran cogido un paraguas y hubieran salido a la calle agarrados del brazo, sonrientes.

Podría haber sido una tarde más.

Una tarde de agua sobre los colores del paraguas de mi madre que hacía juego con el arco iris.

Cubiertos de libertad hubieran avanzado en su camino disfrutando de “esa bendición del cielo”- como ella decía - , del placer de ir saltando los espejos del suelo.

Yo me hubiera quedado en casa, esperando, al menos hasta que anocheciera...

La lluvia caía incesante. Yo corría desesperado por llegar. Atravesé la puerta de entrada y los ojos de mi madre se clavaron en mí llenos de horror. Me quedé paralizado. Una vez más trataba de entender qué estaba pasando.

Mi padre apestaba a alcohol y gritaba insultos mientras le pegaba y la empujaba cada vez con más fuerza. Estaba sucio. Su aspecto siempre me parecía patético: las marcas de sudor en su camisa raída, la barba cerrada espesando su expresión terrorífica, sus ojos vidriosos perdidos en algún lugar maldito, su pelo grasiento y esos pantalones mal ajustados por debajo de su prominente barriga. Olía a su presencia. Era una mezcla de grasa de coche y humores corporales. Estaba como loco. Decía que mi madre era una puta, que ya sabía él a qué se dedicaba mientras estaba en la carretera “tirado como un perro”...

Entró en su dormitorio y sacó la escopeta de caza. Transcurrieron unos segundos en los que mi madre llorando me gritó que corriera. Yo no podía moverme, no podía llorar, no tenía fuerzas.

Disparó dos veces, muy cerca de ella. Apuntó al corazón. El corazón roto de mi madre sangraba mientras él cayó de rodillas sobre aquél charco rojo y espeso por el que se escapaba la vida de mi madre y mi propia vida. Sin embargo, yo seguía ahí, esperando que ella, como otras veces se levantara diciéndome que no pasaba nada, que era la hora de merendar.

Sus ojos se quedaron abiertos y en aquella expresión había algo de belleza y de paz.

Él cogió su escopeta de caza y fue una tarde de sangre, una tarde negra en la que todo se detuvo cuando mi madre cayó muerta como si de un castigo del cielo se tratara.

Mi madre traspasada por dos balas cruzó el umbral del más allá y toda su vida quedó convertida en un espejismo. Quizá viera una luz al final del túnel, una luz que, por fin, se extinguió.

Cargué sobre mi espalda la muerte de mi madre y he alimentado cada día el odio visceral que siento por mi padre desde que esto ocurrió.

Pero, cuando en un día de lluvia el sol se asoma entre las nubes, su poder es absoluto y la luz vuelve a traspasar mi vida recordándome que las gotas de agua son pasajeras.

Siempre pasa la lluvia.

Entretanto, el arco iris me hace esbozar una sonrisa. Su misterio hace que me sienta bien y detrás de mi ventana espero seguir aquí, al menos hasta que anochezca.

6 comentarios:

  1. Gracias por permitir esta publicación en tu cumpleaños..! Felicidades..!

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  2. Gracias a ti por este regalo maravilloso que es estar publicada en tu Blog. Un saludo desde el sur de España

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  3. Felicidades Carmen!!
    Voy a recorrer el blog..
    Abrazos!!!

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    1. Gracias Cecilia. Yo desconocía totalmente la existencia de este blog y fíjate: un lugar donde descansan las palabras, los versos y los cuentos...El lugar ideal, de los que a nosotras nos gustan. Estoy muy contenta de haberlo descubierto y de empezar a conocer un poco mejor a su administrador. Walter Ricardo Quinteros. Un abrazo Cecilia.

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  4. Bellísimo y desgarrador relato, que muestra tu sensibilidad para ponerse en los ojos de un niño. Enhorabuena Carmen, y enhorabuena al blog de Walter por publicarlo.

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    1. Un beso enorme Inmaculada Jiménez Gamero. Desgraciadamente estas realidades ocurren y los niños siguen sufriéndolas. Ojalá mi relato pudiera servir para que esta situación desapareciera de la vida de los niños y de las mujeres que la sufren. Es indignante.

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